El compañero Alberto Garzón ha difundido en su bitácora un interesante artículo sobre las razones de la actual crisis en España [1], un tema que hemos explorado aquí desde una perspectiva que aun siendo también marxista y keynesiana difiere ligeramente de la síntesis neo-kaleckiana que estructura su trabajo; y es esa síntesis (cuya popularidad cotiza al alza [2]) que será el objeto principal de este comentario.
Para Garzón, acumulación y crecimiento se confunden en una misma necesidad del capitalismo. Es sabido que en “El Capital” Marx descubre en esta necesidad la contradicción que destruirá al sistema: el proceso de acumulación conduce a una caída tendencial de la tasa de ganancia, lo que reduce el estímulo a la inversión y amenaza la existencia misma de la clase capitalista.
Garzón rechaza la idea de una tasa decreciente de ganancia por la existencia de mercados de naturaleza no-competitiva en la que los precios pueden fijarse por encima de lo que marcaría la ley de la oferta y demanda. Tal hipótesis parece redundante [i], toda vez que incluso en un sistema competitivo, el nivel de la tasa de beneficio está indeterminado [4] y subordinado al estado de la lucha de clases. Por ello, rechazar las predicciones que Marx elabora a partir de su teoría del valor [5] no requiere abandonar la noción de competencia que ilumina su trabajo sobre el capitalismo [6].
Para Garzón, el nexo entre distribución y crisis capitalista sigue siendo, sin embargo, la acumulación. ¿No es posible que la inversión se deprima a pesar de una tasa de beneficio elevada si los bajos salarios que la acompañan hacen caer el consumo, y con ello las ventas de las empresas? En apoyo teórico a esta tesis, Garzón cita el trabajo de Bhaduri y Marglin (1990) [7], para quienes a la acumulación la guían tanto las ganancias como el nivel de utilización de la capacidad instalada –es decir, la intensidad de explotación de los “factores fijos” de la empresa, entre los que se incluye la maquinaria y algunos tipos de trabajo [8].
Caeteris paribus, la demanda incrementa la tasa de utilización y, a través de ella, el flujo de beneficios. Éste es el origen de la noción paradójica que un aumento permanente del salario real puede estimular suficientemente la demanda para compensar la caída de la tasa de beneficio, incluso hasta aumentar el flujo total de beneficios. De forma simétrica, un aumento permanente del salario real podría también aumentar permanentemente la tasa de crecimiento de la economía.
Economías donde rentas salariales más elevadas conducen a un crecimiento más elevado reciben el nombre de economías “dirigidas por los salarios”. Existe una amplia controversia econométrica sobre si las economías nacionales son, en efecto, “dirigidas por los salarios” o “dirigidas por la tasa de beneficio” [9a] [9b] [9c]. Garzón resuelve el debate afirmando que “toda economía cerrada es por definición un modelo wage-led [dirigido por los salarios], por lo que el conjunto de la economía mundial también lo es [mi énfasis]”. Tal definición, sin embargo, no se deriva ni del modelo original de Bhaduri y Marglin (1990) ni de sus elaboraciones más recientes [10]. Todo lo más, Blecker (2010) [11] sugiere que “[countries] whose exports and imports are relatively price-sensitive are […] more likely to be profit-led [mi énfasis]”, admitiendo que “results of other authors showing that small countries like the Netherlands are wage-led while larger countries such as France, Japan or the US are profit-led (overall) are more anomalous theoretically, though not necessarily invalid [mi énfasis]”.
Aceptar (provisionalmente) la hipótesis de una economía “dirigida por los salarios”, permite conectar el trabajo de los neo-kaleckianos con la hipótesis avanzada por algunos miembros de la escuela regulacionista [12] que ven en el abandono del modelo de gestión salarial de posguerra las raíces de la crisis de los ’70 y la razón del (relativo) estancamiento neoliberal hasta la aparición de un modelo basado en el desarrollo financiero [13], la “financiarización” [14]. Por desgracia, el analisis histórico no es menos ambiguo que el econométrico. Muchos neomarxistas suelen interpretar la crisis mundial de los años ’70 como una crisis producida por la caída de la tasa de ganancia –cuya recuperación fue posible gracias a esa misma “financiarización” [15].
Donde sí existe consenso es en la insostenibilidad, a largo plazo, de este nuevo sistema, lo que ha contribuido, frecuentemente, a situar a las finanzas como principal enemigo de un abstracto “99%”. El análisis de Garzón, sin embargo, se distingue por otorgar mayor importancia a la escasa competitividad del modelo productivo español [16] y a la inflación en la mercado de viviendas que a la proliferación de cambios organizativos o nuevos instrumentos financieros bajo control de la banca (como aparece, no siempre con gran claridad [17], en el discurso dominante) en el desarrollo de la “financiarización”, con lo que el crecimiento del sector financiero puede comprenderse dentro de los cambios producidos por la integración del capital español en la economía mundial [ii] y, en ese sentido, resulta coherente con el análisis marxista tradicional y sus oposiciones “capital-trabajo” y “centro-periferia”.
Crítica
A pesar de lo generalizado de su uso, el modelo neo-kaleckiano debe ser criticado por su incoherencia teórica. La razón es que presupone la existencia de un equilibrio dinámico (o steady-state) en el que ahorro e inversión se igualan sin que la tasa de utilización del capital tienda a la normal. Sin embargo, y como ha argumentado recientemente Shaikh (2009) [19], la ausencia de tendencia hacia la utilización normal es incompatible con nuestras teorías de la competencia (y, por ende, precios y tecnología) en el capitalismo, en tanto que presupone que no existe presión sobre las empresas para adoptar el método técnicamente más eficiente.
Existen almenos dos soluciones a este problema. La primera, adoptada por los neo-keynesianos del Viejo Cambridge [20], es que la igualdad entre ahorro e inversión se consiga mediante cambios en la tasa de beneficio, hipótesis que debemos considerar empíricamente falsificada. La segunda, propuesta por Serrano (1995) [21] es que sean los gastos autónomos, es decir, aquellos no directamente inducidos por el multiplicador, los que cuiden de igualar ambas variables.
En ambos casos, la función de acumulación ya no está guiada directamente por las variables distributivas, sino por las expectativas de demanda [22a] [22b]-que deben converger, con el tiempo, hacia el propio ritmo de crecimiento de la demanda, de forma que la inversión se ajusta para corregir las discrepancias entre capacidad instalada y capacidad óptima [iii].
Es por ello preferible hablar de “modos de demanda” a “modos de acumulación”. La economía puede verse estimulada –“dirigida”- por las exportaciones, el consumo privado o el gasto público con no menor frecuencia que por la inversión. El neoliberalismo convivió (y convive) con distintos “modos de demanda” nacionales; y difiere del keynesianismo en que cuando alguno de estos modos se agota, el Estado no interviene para garantizar el pleno empleo (incluso, bajo el influjo de una ideología por la que el comportamiento empresarial es mimetizado por todos los agentes económicos, reduce el gasto al mismo tiempo que el sector privado, lo que explica la inusual virulencia de la actual recesión [iv]).
¿Cuál es la relación de estos “modos de demanda” con las variables distributivas? O dicho de otro modo, ¿es recuperable la taxonomía de economías “dirigidas por los salarios” y “economías dirigidas por los beneficios” en este contexto? Cesaratto (2012) [26] emite una opinión característicamente taxativa: aun siendo cierto que un aumento de los salarios incrementa el consumo privado (y con ello el crecimiento a corto plazo, lo cual no resulta banal en el momento actual), no puede tener ningún efecto en el largo plazo –salvo que el crecimiento de los salarios se mantuviera indefinidamente. Sea como fuere, la tasa de crecimiento de la economía aparece a priori independiente del nivel de los salarios.
Con todo, el nivel de ingresos limita la capacidad de endeudamiento de los agentes económicos: la deuda no puede crecer indefinidamente más rápido que los ingresos. Quizá si los salarios hubieran aumentado lo suficiente en EEUU, o los impuestos se hubieran reducido para asegurar la liquidez del sector privado, el crédito a a las familias no se habría secado –cortando, en pleno colapso del sistema financiero internacional, el crédito a otros países que, de pronto, se descubrían en una misma situación de excesiva deuda familiar y empresarial. No pudiendo hablar de “economías dirigidas por los salarios”, podemos hablar, al menos, de “economías frenadas por los salarios”, situación que pudo preverse [27], pero que el interés individual de los capitalistas por incrementar su tasa de ganancia no permitió corregir.
La complementariedad entre el “modo de demanda” exportador de algunos países mercantilistas y aquél basado en la expansión del sector inmobiliario en España resulta evidente. En la práctica, la convivencia de ambos “modos” condujo a un importante deterioro de la balanza de pagos, dado que una parte creciente de la demanda española tuvo que ser acomodada por las importaciones [v]. Catalizada por el contagio crediticio de la economía americana, existe un agrio debate de si fue el sobreendeudamiento externo o el sobreendeudamiento privado el que provocó la crisis de la periferia europea ([29a][29b][29c][29d]) e impidió la “sostenibilidad” de los “modos de demanda” prevalentes. Más allá de la esterilidad de intentar imponer una sola causa a un grupo de experiencias dispares, no parece que en el caso español sea necesario dar la primacía al sobreendeudamiento exterior por encima del privado, pues ambos crecieron en tándem debido a la neutralidad del presupuesto público -y ambos son hoy un obstáculo para el retorno al crecimiento.
¿Qué hacer?
El artículo de Garzón es de especial interés en el debate sobre una política que dé salida a la crisis a través de un nuevo modelo productivo y un incremento en la demanda interna.
Una cuestión esencial es si eso es posible dentro del marco europeo –ya que la correlación de clases en muchos países dificulta nuestra apuesta por un cambio a nivel continental [vi]. Por un lado, aun cuando Garzón es convincente al razonar que las exportaciones españolas son, seguramente, poco sensibles a una devaluación salarial y de los precios, lo cierto es que las importaciones sí parecen sensibles al nivel de la demanda interna, que se vería necesariamente afectada por una política salarial (y fiscal) expansiva.
Por lo tanto, un retorno al keynesianismo exigiría una reducción en costes lo suficientemente elevada para mejorar nuestra posición competitiva –y dado que ésta no podría venir de una reducción de la tasa de beneficios sin romper el Mercado Común (como consecuencia de la movilidad del capital) quizá el nudo gordiano deba ser el tipo de cambio y el euro: no como arma mercantilista, sino para garantizar el equilibrio entre (mayores) importaciones y exportaciones -sin olvidar, a su vez, el apoyo a la política fiscal que representaría el poder monetizar la deuda.
De rechazarse este gesto (por temor a gestionar la transición a la nueva moneda o alimentar devaluaciones competitivas, y sabiendo que con ello nos exponemos al chantaje continuado del BCE, como ocurrió en Chipre, para mantener la liquidez del Estado y de la banca), cabe admitir que es difícil reformar el modelo productivo cuando la pertenencia al área europea nos priva de cualquier instrumento de política industrial tradicional –y la histéresis no nos debiera dar confianza en la posibilidad de un salto tecnológico súbito en nuestra capacidad productiva. En un período en el que la economía europea parece abonada al estancamiento, el “retorno al crecimiento” como solución (cooperativa) a la crisis del trabajo español parece difícil sin seguir alimentando el sobreendeudamiento exterior. En este caso, quizá habría que aceptar como propia la llamada a (otra) austeridad –dándole un significado absolutamente progresista: reparto del trabajo, igualación de los salarios, fuerte tributación patrimonial, renegociación de la deuda y reorientación del gasto público de la subvención de lo privado a la gestión de lo socializado, como primer paso en la superación de lo existente.
Notas
[i] No sería así en trabajos marginalistas [3], que requieren de “imperfecciones” para explicar las “ineficiencias” del sistema capitalista.
[ii] Los ensayos en Etxezarreta (ed.) (1991) [18] recogen un insuperable análisis de la estrategia de “modernización” por desmantelamiento de la economía española: la creación de un modelo productivo periférico que nos condena al paro masivo, salvo en los fugaces intervalos de burbujas inversoras e inmobiliarias –como ya anticipó la crisis de 1992.
[iii] Tal proceso no es necesariamente estable [23a][23b]. Es por ello que la existencia de una tendencia hacia la utilización normal no conduce necesariamente a la hipótesis que el sistema gravita, efectivamente, alrededor de la misma.
[iv] Más que crecer, parece que la necesidad permanente del capitalismo sea legitimar su existencia naturalizando su lógica [24] y anulando la capacidad de disenso de la clase obrera [25].
[v] Garzón habla de “reciclaje” de fondos para financiar los desequilibrios de la economía española que derivaron de la superposición de ambas estrategias y que condujeron, como es sabido, a un importante desequilibrio en la balanza de pagos. La expresión reciclaje resulta desafortunada toda vez que el excedente no antecede al déficit, sino que ahorro y crédito se funden en un mismo acto, en el que la dirección causal, como bien demuestran los keynesianos endogenistas [28], va unilateralmente de los pasivos a los activos –también en el mercado monetario, la demanda crea la oferta.
[vi] Más aún, la propia integración europea es un elemento esencial a la robustez del discurso neoliberal en cada Estado: la necesaria “modernización” en la periferia, lo esencial de mantener una economía “productiva” en el centro.
Biblografía
[1] Garzón Espinosa, A. (2013) “El capitalismo español en el siglo XXI ¿Qué lugar en la economía mundial?” Desde Abajo 2013 (2) 10-40. http://www.agarzon.net/wp-content/uploads/2013/09/Agarzon_PdA.pdf
[2] Molero Simarro, R. (2013) “Distribución, demanda y crecimiento”. http://www.economiacritica.net/?p=2084
[3] Economistaexiliat (2013) “Ortodòxia” https://quinaeconomia.wordpress.com/2013/04/22/ortodoxia/
[4] Sraffa, P. (1960) Production of Commodities by Means of Commodities. Cambridge University Press.
[5] Steedman, I. (1985) Marx After Sraffa. Routledge
[6] Auerbach, P. (1988) Competition: The Economics of Industrial Change. Basil Blackwell
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[8] Kurz, H.D.; Salvadori, N. (2010) “The Post-Keynesian theories of growth and distribution: a survey” En: Setterfield, M. (ed.) Handbook of Alternative Theories of Economic Growth, Cap. 3. Edward Elgar
[9a] Barbosa-Filho, N.H.; Taylor, L. (2006) “Distributive and Demand Cycles in the US economy – A Structuralist Goodwin Model” Metroeconomica, 57(3) 389-411.
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[10] Lavoie, M. (2010) “Surveying Short-run and Long-run Stability Issues with the Kaleckian Model of Growth”. En: Setterfield, M. (ed.) Handbook of Alternative Theories of Economic Growth, Cap. 3. Edward Elgar
[11] Blecker, R. (2010) “Open economy models of distribution and growth”. En: Hein, E.; Stockhammer, E. (eds.) A Modern Guide to Keynesian Macroeconomics and Economic Policies, Cap. 4. Edward Elgar
[12] Boyer, R.; Saillard, Y. (2001) Regulation Theory: The State of the Art. Routledge
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[14] Epstein, G. A. (2005) Financialization and the World Economy. Edward Elgar
[15] López, I.; Rodríguez, E. (2010) Fin de ciclo: Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010). Traficantes de Sueños
[16] Quinaeconomia (2013) “Els salaris, la competitivitat i els dèficits comercials” https://quinaeconomia.wordpress.com/2013/02/14/si-sha-perdut-competitivitat-en-preus-on-lhem-de-buscar/
[17] Toporowski, J. (2012), “Neologism as Theoretical Innovation in Economics: The case of “Financialisation”” SOAS Department of Economics Working Paper Series, 171
[18] Etxezarreta, Miren (ed.) (1991) La Reestructuración del capitalismo en España: 1970-1990. Icària.
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[27] Godley, W. (1999) Seven Unsustainable Processes: Medium-Term Prospects and Policies for the United States and the World. Levy Institute Special Report
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[29a] Cesaratto, S. (2012) “The spurious victory of MMT” http://nakedkeynesianism.blogspot.it/2012/07/spurious-victory-of-mmt.html
[29b] Wray, L.R. (2012) “MMT AND THE EURO: Current Account Imbalances and the Euro Crisis Part 2″http://www.economonitor.com/lrwray/2012/07/16/mmt-and-the-euro-current-account-imbalances-and-the-euro-crisis-part-2/
[29c] Pilkington, P. (2013) “Can a Country without a Currency have a Currency Crisis?” http://fixingtheeconomists.wordpress.com/2013/08/31/can-a-country-without-a-currency-have-a-currency-crisis/
[29d] Ramanan (2013) “Balance of Payments Crisis” http://www.concertedaction.com/2013/08/31/balance-of-payments-crises/
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